Iniciativa de GEPAC
3.1. Cirugía

La nefrectomía consiste en la extirpación quirúrgica del riñón y puede ser total o parcial, en función de la extensión de la enfermedad.

El tratamiento del cáncer de riñón va a depender principalmente de si el tumor se presenta en una situación localizada o avanzada. Cuando los pacientes presentan un carcinoma renal localizado, la intervención quirúrgica puede ser curativa. Desafortunadamente, el diagnóstico no se realiza en muchos casos hasta que la enfermedad es avanzada o metastásica y, por ese motivo, es necesario la utilización de otros tratamientos sistémicos que actúan sobre todo el cuerpo.

Nefrectomía

El tratamiento de la mayor parte de los cánceres de riñón comienza con la extirpación quirúrgica del tumor primario. Esta operación recibe el nombre de nefrectomía. En algunos casos puede ser necesaria la extirpación completa del riñón, lo que se conoce como nefrectomía completa o radical. En otros, puede que sólo sea necesaria la extracción de una parte del riñón que contiene el tumor, lo que se conoce como nefrectomía parcial.

El objetivo principal de la nefrectomía consiste en eliminar el tumor primario y el tejido del riñón que se encuentra comprometido por éste.

Una nefrectomía es una operación bastante común y bien definida. A pesar de que se trata de una cirugía mayor, se conocen con exactitud los riesgos potenciales y es un procedimiento generalmente seguro, especialmente cuando no se tienen otras enfermedades que comprometan el hígado o el corazón. Las complicaciones no son comunes, salvo en el caso de que el tumor se encuentre localmente avanzado, cuando se haya extendido hacia la vena renal o la vena inferior cava o cuando el tumor se haya extendido más allá del propio riñón. En cualquiera de los casos, estos problemas son bien conocidos y generalmente se podrán manejar, aún cuando la intervención dure más tiempo y sea necesario realizar transfusiones sanguíneas.

A pesar de que la nefrectomía es el tratamiento más común para el cáncer de riñón, es importante resaltar que en algunos casos puede no ser apropiada. No dudes en comentar con tu médico todas las dudas que tengas, ya que conoce tu caso particular y podrá orientarte de la mejor manera posible.

Nefrectomía en enfermedad localizada

La cirugía es curativa en la mayor parte de los casos y es el tratamiento de elección en los estadios I, II y III. A los pacientes con estadio IV se les puede ofrecer la opción de una intervención quirúrgica en casos concretos que se detallan en la parte dedicada a tumor avanzado (ver sección “Nefrectomía en enfermedad metastásica”).

En cuanto a la cirugía, se suele preferir nefrectomía radical en pacientes con tumores mayores de 7 centímetros, con sospecha de afectación ganglionar, tumor asociado a trombosis de vena cava inferior o extensión a glándula suprarrenal. Para pacientes con tumores menores de siete centímetros se prefiere nefrectomía parcial para mantener la función renal, sobre todo en pacientes con un solo riñón, tumores bilaterales o con alteración de función renal crónica.

La nefrectomía radical incluye retirar el riñón con la fascia de Gerota que lo rodea y la glándula suprarrenal ipsilateral, siempre y cuando se observe infiltración en la misma. Se puede llevar a cabo mediante cirugía abierta o laparoscopia. La laparoscopia es una técnica mínimamente invasiva que permite visualizar los órganos de la pelvis y el abdomen a través de una lente y, al mismo tiempo, realizar una intervención quirúrgica en la misma zona. La decisión de llevar a cabo una técnica u otra depende del tamaño del tumor y la localización, y ha de ser valorado entre el cirujano y el paciente.

La nefrectomía parcial también puede realizarse por cirugía abierta o laparoscopia, aunque su realización por esta última técnica es más complicada. Durante una nefrectomía parcial debe examinarse con detenimiento el riñón para excluir la presencia de otras lesiones tumorales en la parte de tejido que se no se va a extraer.

Por otro lado, la linfanedectomía es una técnica que consiste en la extracción de los ganglios linfáticos para examinar si contienen células tumorales, pero no está indicada en todos los casos. Solo se realiza esta intervención en aquellos pacientes en los que las pruebas de diagnóstico encontrasen ganglios sospechosos o que tuvieran un cáncer de riñón en estadio III o IV.

Para las personas que no puedan ser candidatos a cirugía convencional, por ejemplo, pacientes ancianos con un estado de salud deteriorado o con enfermedades previas, existen técnicas como la crioterapia o la radiofrecuencia. La primera introduce una aguja que conduce un gas muy frío (argón) en la lesión tumoral, destruyendo así el tejido. La radiofrecuencia consiste en el paso de corrientes eléctricas por un electrodo aguja. Dichas corrientes generan calor alrededor del electrodo que cuando se dirige hacia el tumor calienta y destruye las células cancerosas. Para aplicar ambas técnicas lo ideal es que la lesión sea inferior a 4 o 5 centímetros.

Nefrectomía en enfermedad metastásica

El tratamiento para la mayoría de los pacientes con tumores metastásicos se basa en terapias sistémicas, es decir con fármacos que actúen a distintos niveles en el organismo. La cirugía tiene un papel limitado en estos casos. Se puede utilizar si el paciente tiene muy poca enfermedad metastásica y esta también puede ser eliminada quirúrgicamente o como tratamiento paliativo para controlar síntomas muy limitantes en relación con el tumor.

Seguimiento de pacientes tras cirugía de tumor renal

La vigilancia después de la cirugía por un tumor renal permite controlar:

  • Las complicaciones postoperatorias y la función renal. Se evalúan a través de la historia clínica, la exploración física y medición de la creatinina sérica y filtrado glomerular (el volumen de los fluidos filtrados por el riñón).
  • Las recidivas locales o, lo que es lo mismo, la reaparición del tumor a nivel local. Son raras (2,9%) pero su diagnóstico precoz resulta útil porque el tratamiento más eficaz es la cirugía citorreductora.
  • Recidiva o reaparición del tumor en el riñón contraletaral. Es poco frecuente (1,2%) y se relaciona con bordes positivos en la cirugía inicial, multifocalidad y alto grado de agresividad.
  • Aparición de metástasis. La vigilancia radiológica intensiva no resulta necesaria en todos los pacientes y dependerá del riesgo de aparición de recidivas o metástasis. Cuando la probabilidad es baja las radiografías de tórax y la ecografía pueden ser suficiente. Después de 5 años de seguimiento el paciente puede ser dado de alta. Si la probabilidad de recidiva es intermedia o alta, una TAC de tórax y abdomen es la prueba de elección.

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